Acostumbrados al radiante sol del sur, al ir acercándonos hacia nuestro destino el ambiente se va cargando, la luz se atenúa con el sol casi en lo alto del cielo. Nos encontramos un
entretiempo raro entre el frío intenso del
invierno y el calor del verano, sin embargo como no nos queda otro remedio hay que empezar a
ver la cara positiva de esta época y uno de esos motivos es el colorido
de paisajes que nos encontramos durante todo nuestro viaje por el norte. Para los que tienen la
suerte de vivir en esta zona, es un verdadero placer para la vista poder disfrutar de los colores vivos que nos proporcionan los paisajes de arboleda a tan sólo diez
minutos de la ciudad, aunque en esta ocasión esos vivos estaban apagados por el enrarecimiento del ambiente.
Llenos de entusiasmo tras un viaje más largo que corto y algunos inconvenientes de carretera y caminos aparcamos, bajamos del coche, andamos unos metros, y ahí está, inconfundible, altiva y desafiante, la vieja torre de Oxate.
Caminando entre lo que antaño fueron casas llenas de vida, hoy solo se conservan un montón de escombros y algunas pareces, pero que causan mucha impresión en aquel desolado paraje. A medida que nos vamos acercando a la torre algunos de los presentes empiezan a ponerse nerviosos pero hacen gala de su coraje para que no se les note.
Un cuervo cual guardián nos avisa desde lo alto del siniestro campanario al acercarnos y entrar en el, ¿acaso nos advierte del peligro? ¿está furioso por profanar los restos del difunto pueblo con nuestra presencia?, preguntas y mas preguntas sin respuesta, sonidos por todas partes en medio de aquel paraje desolado, el viento que sopla sin parar y el frío que a medida que pasa el tiempo se va haciendo mas insoportable.
Damos una vuelta por los alrededores y nos dirigimos hacia la "ermita" de Burgohondo. Para llegar hasta ella el camino no es nada agradable ni fácil, al menos para algunos miembros, hay que andarlo entre una pequeña vereda casi imperceptible entre las piedras e ir subiendo hacia una pequeña elección de terreno.
Al llegar el ambiente está mucho mas cargado la ermita en ruinas da una sensación macabra, siniestra, se percibe un mal augurio un malestar que pone la piel de gallina y falta la respiración. En su interior encontramos restos de rituales satánicos, y al salir una sombra pasa casi desapercibida por una de sus ventanas. Afortunadamente para cortar ese instante grotesco llega un caballo con su cencerro, pasa por nuestro lado pero como si no hubiera nadie, se ve que esta acostumbrado a visitas.
Caía la noche...¡Vaya! ¿donde está la necrópolis? vueltas, vueltas y mas vueltas pero no encontramos nada, bajamos de nuevo a la torre para buscar referencias en internet y ¡bingo! un articulo que hace referencia a ellas y pies en polvorosa, después de unas vueltas llegamos a unas pequeñas fosas cavadas en la piedra que antaño alvergarian cadáveres de niños, y por su tamaño bebes. Me encantaría contar como fue la noche, pero la visita nocturna a bugohondo se quedó para otro viaje por el malestar de un miembro, eso si, dormimos en Oxate... bueno... en las puertas de Oxate, en un futuro sera en Burgohondo lugar de leyendas, pero esa historia será para otro momento...
Fotografia:
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M.A. Calahorro para AEP